¿Puede la música ayudar a desarrollar nuestras capacidades cognitivas? Y pensaréis: probablemente. Pero, ¿cómo lo hace? ¿cuál es la influencia de este arte en nuestro desarrollo?



Como sabemos, la experiencia sensorial es la esencia en el desarrollo cognitivo de cualquier ser humano; la falta de estimulación impide el desarrollo y causa trastornos en nuestra mente, en nuestra conducta, e incluso en nuestra biología.

La música es una combinación estructurada de diferentes aspectos sensoriales, motores, emocionales y sociales, aportándonos una experiencia enriquecedora para nuestras vidas en los marcos emocional, social, y psicofisiológico. Por lo tanto, iniciar de manera temprana el aprendizaje musical favorece considerablemente los distintos aprendizajes, así como los planos cognitivo, afectivo y psicomotor.

A nivel cerebral, según numerosos estudios neuropsicológicos (Lacárcel, 1990; Fujioka et al., 2006; Rauscher et al., 2007), las características auditivo-sensoriales de la música (ritmo, melodía, etc.) influyen sobre diferentes estructuras y funciones cerebrales. Es el caso, por ejemplo, de la audición en la que prima la complejidad armónica, la cual requiere la activación de ciertas áreas corticales, lo que produce una actividad intelectual más intensa y profunda. La activación del cerebro supone cambios en el funcionamiento y/o la anatomía del cerebro, lo que consecuentemente facilita no sólo el desarrollo de las habilidades musicales del individuo, sino también su desarrollo en otras muchas áreas: la música aumenta la capacidad memorística, la atención y la concentración, además de mejorar la capacidad para resolver problemas matemáticos y de razonamiento complejo.

Basándonos en estos datos y tras una larga revisión sobre el tema, mi compañera María Guzmán y una servidora llevamos a cabo el año pasado una breve pero intensa investigación sobre la influencia de la música en la memoria y el razonamiento lógico de los niños. Nuestra muestra consistió en 18 voluntarios de entre 7 y 12 años, divididos en dos grupos, de 9 participantes cada uno, donde se tuvo en cuenta si habían tenido educación musical previa (grupo experimental) o ninguna educación musical previa (grupo control). Usando una prueba simple de memoria y la subescala de aritmética y razonamiento lógico del Wechsler Intelligence Scale for Children (WISC; una prueba de inteligencia para niños), medimos el nivel de cada niño, de forma individual, en cada una de esas áreas cognitivas.

Los resultados que obtuvimos fueron los siguientes:


Gráfica 1: Resultados de los/as niños/as de 7-8 años (2º EGB).

Gráfica 2: Resultados de los niños de 9-10 años (4º EGB).

Gráfica 3: Resultados de los niños de 11-12 años (6º EGB).
Como se puede observar, aquellos niños que habían recibido educación musical previa mostraron mejores resultados en su capacidad de razonamiento lógico que aquellos que nunca habían recibido tal entrenamiento, especialmente en los niños de 9 años en adelante. Sin embargo, en el caso de la capacidad memorística, no se observan diferencias significativas; suponemos que estos resultados tan similares pueden deberse a que la actividad musical no requiere el tipo de memoria que se midió en la tarea propuesta, por lo que no se descarta la influencia positiva de la música en el desarrollo de esta capacidad cognitiva. Por lo tanto, consideramos que investigación futura sobre los distintos tipos de memoria es necesaria para obtener resultados que confirmen nuestra hipótesis.


Agradecimientos: A mi compi María Guzmán, porque es el trabajo más interesante que he hecho hasta ahora y el 50% es mérito suyo; a todos los estudiantes del Colegio Aljarafe que participaron en nuestro experimento y a los profes que nos dejaron experimentar, porque le pusieron muchas ganas y fue todo un placer; a Victoria Hidalgo de la Facultad de Psicología de Sevilla, por enseñarnos una asignatura tan bonita como es Psicología del Desarrollo y hacer que la disfrutáramos; y, por último, a la música y a los músicos, por enriquecernos siempre.




REFERENCIAS:
Casas, M. V. (2001). ¿Por qué los niños deben aprender música? Colombia Médica, 32, 197-204.
Hallam, S. (2010). The power of music: Its impact on the intellectual, social and personal development of children and young people. International Journal of Music Education, 28, 269-289.
Sarget Ros, M. A. (2003). La música en la educación infantil: Estrategias cognitivo-musicales. Ensayos: Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 18, 197-209.
Fujioka, T., Ross, B., Kakigi, R., Pantev, C., Trainor, L.J. (2006). One year of musical training affects development of auditory cortical-evoked fields in young children. Brain, 129, 2593-2608.


¿Quiénes somos? ¿Y cómo y por qué sabemos quiénes somos? ¿Desde cuándo nos reconocemos como "yo mismo"? Todas estas preguntas se resuelven con una sola palabra: autoconcepto.



¿Qué es el autoconcepto? Es la construcción mental que cada uno tiene de sí mismo, la percepción física, académica, social, etc. del yo. La conciencia de uno mismo es, en definitiva, todo aquello que atribuimos como propio, todas aquellas piezas que consideramos que nos conforman como somos, y es un pilar fundamental para la autorregulación y la identidad (¡aspectos de los que hablaré en futuras entregas!).

¿La conciencia de sí mismo nace o se hace? El autoconcepto no es algo innato; no nacemos sabiendo que somos uno, diferente a los demás, y con unas características propias. En realidad, aprendemos quiénes somos con la experiencia y, en consecuencia, nuestra construcción mental del yo es dinámica. Es decir, que el autoconcepto no se consolida de una forma definitiva, sino que va modificándose gradualmente a lo largo del tiempo por las diferentes experiencias vitales por las que atravesemos.

¿Cuándo aparece la conciencia del yo? Gran parte del desarrollo del yo ocurre durante el primer año de vida, pero la metarrepresentación del yo no aparece hasta la mitad del segundo año. Dicho de otra manera, durante el primer año, el bebé "sabe", pero no es hasta los 2 años de edad cuando el bebé "sabe que sabe".

¿Cómo aparece? Se desarrolla dentro del marco de las interacciones sociales, a través de la desagregación o separación del individuo con respecto a los demás, del bebé con respecto a sus cuidadores. Estos últimos son los encargados de la estimulación constante del bebé y, por lo tanto, son los que más interactúan con él, y con los que el bebé establece unas relaciones afectivas más fuertes e íntimas. Poco a poco, estas relaciones se van haciendo aún más fuertes e íntimas, al mismo tiempo que se van diferenciando unas de otras; cada cuidador tiene su forma propia de interactuar con el bebé, a la vez que el bebé, gracias al desarrollo de distintas capacidades cognitivas, tiene su forma propia de interactuar con cada cuidador.
 
¿Cómo se manifiesta? A través del autorreconocimiento, o lo que es lo mismo, la percepción de uno mismo como una entidad independiente a los demás.

¿Cómo se mide?  Actualmente, a través de la evaluación del autorreconocimiento visual, aunque la investigación sigue abierta a nuevas alternativas. Alrededor de los 18 meses (o, lo que es lo mismo, el año y medio de vida), los niños manifiestan claramente la capacidad para reconocerse a sí mismos frente a un espejo; este método es conocido como la prueba de la mancha.


Como se puede ver en el vídeo, esta prueba consiste en hacer una pequeña mancha roja en la frente del bebé, y más tarde se le lleva frente a un espejo; si el niño ve la mancha y señala al espejo, podemos inferir que aún no es capaz de reconocer esa imagen reflejada como suya propia, mientras que si se toca o señala su frente, concluimos que el niño reconoce su imagen y sabe que la mancha está en su cabeza y no en "el otro niño al otro lado del espejo".


Para terminar... Como ya he señalado antes, el autoconcepto es dinámico y puede variar a lo largo de nuestra vida, gracias (o, a veces, por culpa de) nuestro intercambio constante y continuo con los contextos a los que pertenecemos.




REFERENCIAS:
Bertenthal, B. I., & Fischer, K. W. (1978). Development of self-recognition in the infant. Developmental Psychology, 14, 44–50.
Brownell, C. A., Zerwas, S., & Ramani, G. B. (2007). "So Big": The Development of Body Self-Awareness in Toddlers. Child Development, 78, 1426–1440.
Lewis, M., & Ramsay, D. (2004). Development of selfrecognition, personal pronoun use, and pretend play
during the 2nd year. Child Development, 75, 1821–1831.


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