Queridos lectores míos,
Siento mucho mucho mucho mucho haber dejado abandonado el blog todo el verano y gran parte de la primavera. A veces la vida viene muy ocupada y te deja con poco tiempo libre para este tipo de cosas, pero prometo (y espero) que nunca más voy a dejar el blog tan solito tanto tiempo.

Como habréis observado, le he cambiado el look un poco para que fuera más fácil acceder a las distintas categorías, al contacto, y a las entradas en general. Espero que os guste, y si sabéis de html y de todas estas cosas y tenéis alguna sugerencia para mejorarlo, os lo agradeceré mucho.

Y con esto y un bizcocho, quedáis invitados a la nueva temporada del blog, con fuerzas recargadas y con mucho, mucho material para enseñaros.

¡Sed felices!


Antes de nada, me gustaría disculparme por haber tardado tantísimo en actualizar. Como ya sabéis, mi intención inicial era presentar un nuevo tema cada semana, pero me temo que, entre clases, exámenes, trabajos, e incluso una vida social básica, me va a ser imposible seguir ese ritmo. Por eso, desde ahora Psychology Weekly se convertirá en Psychology Today, y la información llegará cuando el tiempo lo permita.


¿Cuántas veces hemos querido decir que no a una propuesta que no nos beneficiaba en absoluto? ¿Cuántas veces vuestras madres han servido el almuerzo y se han quedado con la peor parte? ¿Cuántas veces nos hemos dejado llevar por el enfado y hemos descalificado a alguien sin razón? ¿Cuántas veces nos hemos sentido culpables por decirle a alguien directa y sinceramente que esa camiseta no le sentaba nada bien?

Todo esto, como es evidente, forma parte de nuestras habilidades sociales, nuestra capacidad para comunicarnos e interaccionar con los demás para establecer relaciones sociales.

El ser humano, cuenta con tres estrategias o estilos de comunicación en su repertorio conductual: la pasividad, la asertividad, y la agresividad.


Una conducta pasiva se caracteriza por la emisión de mensajes indirectos, rodeos y/o numerosas disculpas; inhibición de lo que se quiere decir por miedo o vergüenza, donde normalmente se cede a lo que los otros quieren; voz temblorosa e insegura; evitación del contacto visual, etc. Por otro lado, la conducta agresiva suele presentar exigencias, acusaciones, imposiciones y mandatos; voz fría y autoritaria; postura rígida y soberbia, etc. Por último, la conducta asertiva se posiciona entre estas dos, caracterizándose por una escucha atenta, actitud natural; expresión objetiva y directa de lo que realmente se quiere, de sentimientos; voz firme y relajada; ojos expresivos y mirada clara, etc. Un ejemplo muy simplificado de cada uno de estos estilos sería:
Situación: Un día antes del examen, tu compañero de clase te pide que le prestes todos tus apuntes. Tú aún no has terminado de estudiar, y no quieres prestárselos.
Pregunta: ¿Te importa dejarme tus apuntes? Es que me faltan cosas y necesito estudiar.
PASIVIDAD: Claro. Y quédatelos todo lo que quieras.
AGRESIVIDAD: Pues no me da la gana, porque eres un inútil y siempre que te presto algo lo pierdes o me lo estropeas.
ASERTIVIDAD: Me temo que no. Mañana es el examen y yo tengo que repasar.
Como puede observarse, la actitud asertiva es el comportamiento comunicacional más congruente, clara, directa y equilibrada, donde realmente se están expresando nuestros sentimientos, opiniones e ideas, sin intención de herir o perjudicar a la otra persona. La asertividad, en resumen, es la habilidad social para expresar nuestros sentimientos y opiniones y defender nuestros derechos, respetando la opinión de los otros (esto es, su propia asertividad) y asumiendo nuestra responsabilidad, todo esto sin sentimientos de culpa, ansiedad o enfado.

Por esto, existe una serie de derechos asertivos básicos, donde se recoge de forma explícita las libertades y responsabilidades que tiene cada individuo en sus relaciones sociales. Estos derechos son los siguientes:
  • Derecho a ser tratados con respeto y dignidad.
  • Derecho a equivocarnos y ser responsables de nuestros errores.
  • Derecho a tener y expresar nuestras propias opiniones, valores, y necesidades, y que sean tan importantes como las de los demás.
  • Derecho a juzgar nuestras necesidades, establecer nuestras prioridades y tomar nuestras propias decisiones.
  • Derecho a elegir entre responder o no hacerlo.
  • Derecho a actuar sin tener que justificarnos ante los demás, siempre dentro del marco del respeto.
  • Derecho a decir "no" sin experimentar sentimientos de culpa o egoísmo.
  • Derecho a pedir lo que queremos, sin olvidar el derecho de la otra persona a rechazar nuestra petición.
  • Derecho a experimentar y expresar nuestros sentimientos, así como a ser sus únicos jueces.
  • Derecho a cambiar de opinión.
  • Derecho a protestar cuando se nos trata injustamente.
  • Derecho a reflexionar antes de actuar.
  • Derecho a decidir qué hacer con nuestro cuerpo, tiempo, y propiedad.
  • Derecho a no responsabilizarse de los problemas de otros.
  • Derecho a escoger no comportarse de forma asertiva.
  • Derecho a ser escuchado.
  • Derecho a ser independiente.
  • Derecho a disfrutar y ser feliz.
  • Derecho a tener éxito y reconocerlo sin sentimientos de culpa.

Como véis, estos derechos son algo fundamental y bastante evidentes. Sin embargo, creo que muchas veces los olvidamos; ponemos las necesidades de los demás por encima de las nuestras, nos sentimos culpables al hablar con claridad, nos pasamos de humildes cuando tenemos éxito en algún ámbito de nuestra vida, etc. Por esto, siempre hay que tener presentes los derechos asertivos, porque son nuestros y de todos, y porque son la base fundamental de unas relaciones sociales sanas y enriquecedoras.


¿Puede la música ayudar a desarrollar nuestras capacidades cognitivas? Y pensaréis: probablemente. Pero, ¿cómo lo hace? ¿cuál es la influencia de este arte en nuestro desarrollo?



Como sabemos, la experiencia sensorial es la esencia en el desarrollo cognitivo de cualquier ser humano; la falta de estimulación impide el desarrollo y causa trastornos en nuestra mente, en nuestra conducta, e incluso en nuestra biología.

La música es una combinación estructurada de diferentes aspectos sensoriales, motores, emocionales y sociales, aportándonos una experiencia enriquecedora para nuestras vidas en los marcos emocional, social, y psicofisiológico. Por lo tanto, iniciar de manera temprana el aprendizaje musical favorece considerablemente los distintos aprendizajes, así como los planos cognitivo, afectivo y psicomotor.

A nivel cerebral, según numerosos estudios neuropsicológicos (Lacárcel, 1990; Fujioka et al., 2006; Rauscher et al., 2007), las características auditivo-sensoriales de la música (ritmo, melodía, etc.) influyen sobre diferentes estructuras y funciones cerebrales. Es el caso, por ejemplo, de la audición en la que prima la complejidad armónica, la cual requiere la activación de ciertas áreas corticales, lo que produce una actividad intelectual más intensa y profunda. La activación del cerebro supone cambios en el funcionamiento y/o la anatomía del cerebro, lo que consecuentemente facilita no sólo el desarrollo de las habilidades musicales del individuo, sino también su desarrollo en otras muchas áreas: la música aumenta la capacidad memorística, la atención y la concentración, además de mejorar la capacidad para resolver problemas matemáticos y de razonamiento complejo.

Basándonos en estos datos y tras una larga revisión sobre el tema, mi compañera María Guzmán y una servidora llevamos a cabo el año pasado una breve pero intensa investigación sobre la influencia de la música en la memoria y el razonamiento lógico de los niños. Nuestra muestra consistió en 18 voluntarios de entre 7 y 12 años, divididos en dos grupos, de 9 participantes cada uno, donde se tuvo en cuenta si habían tenido educación musical previa (grupo experimental) o ninguna educación musical previa (grupo control). Usando una prueba simple de memoria y la subescala de aritmética y razonamiento lógico del Wechsler Intelligence Scale for Children (WISC; una prueba de inteligencia para niños), medimos el nivel de cada niño, de forma individual, en cada una de esas áreas cognitivas.

Los resultados que obtuvimos fueron los siguientes:


Gráfica 1: Resultados de los/as niños/as de 7-8 años (2º EGB).

Gráfica 2: Resultados de los niños de 9-10 años (4º EGB).

Gráfica 3: Resultados de los niños de 11-12 años (6º EGB).
Como se puede observar, aquellos niños que habían recibido educación musical previa mostraron mejores resultados en su capacidad de razonamiento lógico que aquellos que nunca habían recibido tal entrenamiento, especialmente en los niños de 9 años en adelante. Sin embargo, en el caso de la capacidad memorística, no se observan diferencias significativas; suponemos que estos resultados tan similares pueden deberse a que la actividad musical no requiere el tipo de memoria que se midió en la tarea propuesta, por lo que no se descarta la influencia positiva de la música en el desarrollo de esta capacidad cognitiva. Por lo tanto, consideramos que investigación futura sobre los distintos tipos de memoria es necesaria para obtener resultados que confirmen nuestra hipótesis.


Agradecimientos: A mi compi María Guzmán, porque es el trabajo más interesante que he hecho hasta ahora y el 50% es mérito suyo; a todos los estudiantes del Colegio Aljarafe que participaron en nuestro experimento y a los profes que nos dejaron experimentar, porque le pusieron muchas ganas y fue todo un placer; a Victoria Hidalgo de la Facultad de Psicología de Sevilla, por enseñarnos una asignatura tan bonita como es Psicología del Desarrollo y hacer que la disfrutáramos; y, por último, a la música y a los músicos, por enriquecernos siempre.




REFERENCIAS:
Casas, M. V. (2001). ¿Por qué los niños deben aprender música? Colombia Médica, 32, 197-204.
Hallam, S. (2010). The power of music: Its impact on the intellectual, social and personal development of children and young people. International Journal of Music Education, 28, 269-289.
Sarget Ros, M. A. (2003). La música en la educación infantil: Estrategias cognitivo-musicales. Ensayos: Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 18, 197-209.
Fujioka, T., Ross, B., Kakigi, R., Pantev, C., Trainor, L.J. (2006). One year of musical training affects development of auditory cortical-evoked fields in young children. Brain, 129, 2593-2608.


¿Quiénes somos? ¿Y cómo y por qué sabemos quiénes somos? ¿Desde cuándo nos reconocemos como "yo mismo"? Todas estas preguntas se resuelven con una sola palabra: autoconcepto.



¿Qué es el autoconcepto? Es la construcción mental que cada uno tiene de sí mismo, la percepción física, académica, social, etc. del yo. La conciencia de uno mismo es, en definitiva, todo aquello que atribuimos como propio, todas aquellas piezas que consideramos que nos conforman como somos, y es un pilar fundamental para la autorregulación y la identidad (¡aspectos de los que hablaré en futuras entregas!).

¿La conciencia de sí mismo nace o se hace? El autoconcepto no es algo innato; no nacemos sabiendo que somos uno, diferente a los demás, y con unas características propias. En realidad, aprendemos quiénes somos con la experiencia y, en consecuencia, nuestra construcción mental del yo es dinámica. Es decir, que el autoconcepto no se consolida de una forma definitiva, sino que va modificándose gradualmente a lo largo del tiempo por las diferentes experiencias vitales por las que atravesemos.

¿Cuándo aparece la conciencia del yo? Gran parte del desarrollo del yo ocurre durante el primer año de vida, pero la metarrepresentación del yo no aparece hasta la mitad del segundo año. Dicho de otra manera, durante el primer año, el bebé "sabe", pero no es hasta los 2 años de edad cuando el bebé "sabe que sabe".

¿Cómo aparece? Se desarrolla dentro del marco de las interacciones sociales, a través de la desagregación o separación del individuo con respecto a los demás, del bebé con respecto a sus cuidadores. Estos últimos son los encargados de la estimulación constante del bebé y, por lo tanto, son los que más interactúan con él, y con los que el bebé establece unas relaciones afectivas más fuertes e íntimas. Poco a poco, estas relaciones se van haciendo aún más fuertes e íntimas, al mismo tiempo que se van diferenciando unas de otras; cada cuidador tiene su forma propia de interactuar con el bebé, a la vez que el bebé, gracias al desarrollo de distintas capacidades cognitivas, tiene su forma propia de interactuar con cada cuidador.
 
¿Cómo se manifiesta? A través del autorreconocimiento, o lo que es lo mismo, la percepción de uno mismo como una entidad independiente a los demás.

¿Cómo se mide?  Actualmente, a través de la evaluación del autorreconocimiento visual, aunque la investigación sigue abierta a nuevas alternativas. Alrededor de los 18 meses (o, lo que es lo mismo, el año y medio de vida), los niños manifiestan claramente la capacidad para reconocerse a sí mismos frente a un espejo; este método es conocido como la prueba de la mancha.


Como se puede ver en el vídeo, esta prueba consiste en hacer una pequeña mancha roja en la frente del bebé, y más tarde se le lleva frente a un espejo; si el niño ve la mancha y señala al espejo, podemos inferir que aún no es capaz de reconocer esa imagen reflejada como suya propia, mientras que si se toca o señala su frente, concluimos que el niño reconoce su imagen y sabe que la mancha está en su cabeza y no en "el otro niño al otro lado del espejo".


Para terminar... Como ya he señalado antes, el autoconcepto es dinámico y puede variar a lo largo de nuestra vida, gracias (o, a veces, por culpa de) nuestro intercambio constante y continuo con los contextos a los que pertenecemos.




REFERENCIAS:
Bertenthal, B. I., & Fischer, K. W. (1978). Development of self-recognition in the infant. Developmental Psychology, 14, 44–50.
Brownell, C. A., Zerwas, S., & Ramani, G. B. (2007). "So Big": The Development of Body Self-Awareness in Toddlers. Child Development, 78, 1426–1440.
Lewis, M., & Ramsay, D. (2004). Development of selfrecognition, personal pronoun use, and pretend play
during the 2nd year. Child Development, 75, 1821–1831.


¡Holahola, lectores! Y bienvenidos todos a Psychology Weekly, un blog donde una servidora explicara, hablará y comentará como mejor sabe sobre distintos aspectos de la psicología, curiosidades y información interesante sobre esta disciplina tan bonita que elegí estudiar.

Por supuesto, se aceptan sugerencias, así que si tenéis alguna no dudéis en dejar un comentario por aquí, que me informaré todo lo posible para desvelaros el misterio.

¡Bienvenidos y gracias por visitar el blog! :)


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